lunes, 25 de febrero de 2013

MINICUENTO







No tenía la menor idea de que habían publicado este relato en la Revista "El cuento", que según veo data de mis épocas de soltera y de mi último año en la ENAH. Ni título le puse... Sabía que tenía algo publicado, pero creía que era otro cuento y jamás creí que estuviera en línea. Desde esas épocas son evidentes mis alusiones surrealistas. 

  http://minisdelcuento.wordpress.com/category/yolanda-sassoon/


Una tarde en que estaba mirando los reflejos de un estanque, encontré entre ellos un pequeño espejo que incrusté en tu corazón para que se reflejara mi imagen en él cada vez que pensaras en mí…
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Salí desnuda por la noche, pasando por mil cortinajes desgarrados y negros —hechos de tela de araña— que al pasar acariciaban mi cuerpo. Me gustaba ver las flores del campo cuando dormían y todos sus pétalos se encontraban cerrados, envueltos por la obscuridad. En el suelo encontré un corazón arrancado —no sé de quién—, palpitante todavía. A lo lejos distinguí una silueta y al irme acercando vi que se trataba de ti. Me extrañó verte en mitad de la noche, pues nuestras citas eran siempre durante el crepúsculo. Dentro de mi cuerpo había crecido un bosque de todos los tonos imaginables de verde. Germinó porque el último atardecer que estuvimos juntos, tú me regalaste una semilla plateada. Al presentir tu presencia, empezaron a surgir ramificaciones en mi piel con el fin de acercarte a mí. De repente me sobresalté al oír pasos y aullidos de mantarrayas. Tú estabas ausente y tus pensamientos iban más allá de los acantilados, atravesando la región de la niebla. Al verte de frente, ya no miré mi imagen reflejada en el espejo, sobre tu corazón. Y entonces comprendí que aquel corazón arrancado encarnaba un presentimiento.


Yolanda Sassoon
No. 38, Septiembre-Octubre 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 666


Agregué una pintura de Rafal Obinski

sábado, 23 de febrero de 2013

DUELO

DE UN LIBRO DE JORGE BUCAY:  ALGUNAS CITAS QUE ANOTÉ HACE AÑOS


- La toma de conciencia de lo ausente, el contacto con lo que ya no está, es lo que me permitirá luego la aceptación de la nueva realidad. 
- Cada pérdida ha hecho de nosotros lo que somos. Estas emociones, estas vivencias, estas palabras sentidas, son las responsables de nuestra forma de ser. Hace falta poder conectarse con el vacío interno...
-Un duelo es algo personal y siempre lo va a ser. Implica conectar a quien lo padece con el permiso de expresar sus emociones, cualesquiera que sean.
- El dolor ante la pérdida es una carencia que yo, por el momento, no hubiera querido que se fuera. Un "ya no más" impuesto que no depende de mi decisión ni de mi capacidad. El dolor del duelo es una renuncia forzada.
- Cada pérdida por pequeña que sea implica la necesidad de una elaboración que implica dolor y trabajo. 
- Me guste o no, voy a ser abandonado por cada persona, por cada cosa, por cada situación, por cada etapa, por cada idea; tarde o temprano, pero inevitablemente.
- Si uno quiere un seguro contra el sufrimiento, no amar podría ser la prima a pagar. No enredarse afectivamente con nada ni con nadie. Seguramente perderás la posibilidad de disfrutar porque no hay forma de hacerlo si estoy escapando obsesivamente del sufrimiento. Y la manera de no padecer "de más" es  amar sin quedarse pegado a lo que no está.
- La herramienta para no sufrir no debería ser el no compromiso, sino el desapego. Si mañana , esto que tanto placer te da se termina, sé capaz de dejarlo ir; pero mientras está, todo debe ser compromiso.
- No estoy  de acuerdo con la falta de compromiso. Creo que compromiso no quiere decir apego: quiere decir poner toda mi energía al servicio de lo que está sucediendo y también en función de separarme de lo que ya terminó. 
-Es mejor soltar las cosas a las que nos aferramos intensamente y quitarnos la creencia errónea de que tenerlas nos va salvará de la caída. 
- Aprender a valorar el recorrido a la luz de lo que sigue, después de haber llorado cada pérdida, después de haber elaborado el duelo de cada ausencia, después de habernos animado a soltar, es el duelo con uno mismo. Sin embargo, no hay pédida que no implique una ganancia, un crecimiento personal.
- Las pequeñas muertes cotidianas y los más tremendos episodios de muerte simbolizan, internamente, procesos de cambio. Vivir los cambios es animarnos a permitir que las cosas viejas ejen de ser para que den lugar a cosas nuevas. Elaborar un duelo es aprender a soltar lo anterior. Es mi responsabilidad, enriquecerme al despedirlas. 
- Al final del camino de las lágrimas,  se descubre: que las pérdidas y los duelos son imprescindibles para nuestro proceso de crecimiento peronal.   

martes, 19 de febrero de 2013

¿ENTENDISTE?


Siempre me he cuestionado acerca del famoso "perdón", creo que más que perdonar, uno olvida porque el tiempo pasa y eso implica que otros sucesos acontecen, surjan nuevas historias y aparezcan otras personas. Indudablemente, la metafora del plato es adecuada: ha quedado roto, irremediablemente roto. 

domingo, 17 de febrero de 2013

SAMPERIO

"LA LUNA"
Las estrellas son pensamientos amarillos de la luna. La cama de la luna es una langosta albina. La luna tiene los ojos negros. La superficie de la luna está cubierta de leche en polvo. Sobre el piso de la banqueta una luna de gis termina de ser dibujada por un niño. La media luna de tu hombro. En la luna del espejo tu imagen mece a una fastuosa luna. Nuestro beso forma dos lunas encontradas. La copa del árbol y la luna se miran cara a cara. En el fondo turbio del lago hay una luna negra. Luna de palo de rosa. La mirada de la luna es introspectiva. Luna de cartón y barco de papel. Estoy lunático por ti. Bajo la noche lúnula, en la última duna, se ven las siluetas de los camellos. Los ríos son las voces de la luna. El guante de la luna en cuarto menguante no es guante. Algunas noches, entre nubarrones inciertos, la luna es un conejo acurrucado. Después de la expansión máxima de la luna llena, casi podemos verla en nuestros ojos. En noches de tribulación, sobre el mar encrespado la luna está quebrada. Los lunáticos llevan una estrella en la cimitarra de su desesperación. Entran aquí dos lunas de octubre. De lejos, la luna parece el brinco de un gato lechoso. Junto a la luna en cuarto creciente pasa, levitando, un hombre de bombín sobre un triciclo en cuyas ruedas giran aspas de hélice. Luna de piedra clara de río. Lucía en la oscuridad la luna maya y la tojolobal y la navajo. La luna sale de la cabeza reflexiva de la vaca. El valiente trae en la cintura una luna recién afilada. La gente se enamora de las lunáticas. Sin la luna es como si no hubiera habido noche. La luna es la sonrisa de la noche. No siempre la luna trae su gorro de dormir. Aunque yo no la mire, la luna me observa. Se pinta los labios de carmín y chapas de polvo de amapola. La luna husmea por una rendija del cortinaje. La luna es negra cuando la noche amanece como el día. La luna usa zapatos te tacón rojos. La luna está pintada con hojas de alcatraces. La luna está tejida con punto de cruz sobre la tela negra del cosmos. La luna es madre de los que duermen, mientras ella cruza la noche. Es todavía más madre de los que no duermen.
Guillermo Samperio

jueves, 14 de febrero de 2013

F. VIOLINISTA


RUIZ

Me encantó este cuento breve que tiene un leve aire de la película Spider y también porque el niño, de manera símbólica, se cura a sí mismo. Es del escritor mexicano Bernardo Ruiz, que alguna vez tuve la suerte de entrevistar. 



PARA ESTA NOCHE


Para Pablo Javier

Un niño tiene terrores nocturnos. Despierta angustiado, gritando, con la respiración apresurada. Sus ojos, abiertos, contemplan una visión inaccesible para los demás.

—Eso no tiene cura —afirma la nana. Y la vieja cuenta cien historias de apariciones.

La madre insiste en llevarlo con una bruja. El ritual para alejar los malos espíritus divierte al niño, quien esa noche despierta gritando que una manada de lobos se le viene encima.

El padre lleva al niño con un psicólogo. Éste le echa la culpa al hombre: “Es la castración, de su imagen tiene miedo el niño”. Padre se preocupa y entristece. El niño sueña con un lobo grande como un búfalo.

Intermitentes, los sueños se manifiestan durante las semanas siguientes.

Una tarde el niño encuentra un sedal de cáñamo. Prueba su flexibilidad, su resistencia. Pacientemente anuda un extremo en la pata de una silla, comprueba su solidez y comienza a tejer, valiéndose de cada saliente de todo objeto, una confusa, multidimensional tela de araña que va desde la silla hasta la chapa de la puerta, a la mesa, a la ventana, al escritorio, a otra silla, a la primera silla, a la manivela de una antiguo teléfono inservible; en fin, a través de todos los espacios y niveles posibles.

—¿Qué haces? —pregunta el padre.

—Un atrape— responde el niño mientras concluye el nudo final.

—¿Un atrape?

—Sí, un atrape, una trampa para lobos —se extraña el niño ante la ignorancia del adulto, quien se sonríe de su propia estupidez.

Ésa y las sucesivas noches el niño duerme tranquilo.


miércoles, 6 de febrero de 2013

MARCO

Marco Antonio Trovamala. Artísta plástico y gran amigo
Nos platica acerca de su obra y de manera especial, acerca de su exposición: La  Estética del Deterioro
(Lamento mucho que ya no esté entre nosotros)

RULFO

Carta de Juan Rulfo a Clara Aparicio

Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye.
Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba.
  Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua.
Clara: corazón, rosa, amor...
Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña.
Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una
herida; como se va la muerte de la vida.



Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida.
Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara.
No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba.
Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada.
¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde...
y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río...
Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.

viernes, 1 de febrero de 2013

MALDAD

21/09/2012
Narcisismo patológico o la maldad en estado puro

Descubro este fantástico sitio y no puedo evitar que mi primer artículo verse sobre un tema que me llama poderosamente la atención: el narcisismo patológico y la peligrosidad que su desconocimiento encierra. Digo que no puedo evitarlo porque sería más correcto que esta columna la escribiera un psicólogo. Vaya por delante que yo no lo soy, aunque voy de camino, y nada más lejos de mi intención que transgredir con mi intrusismo el terreno que corresponde a otros. Esa es la razón por la que el presente texto aparece en la sección dedicada a la Filosofía, aunque verse sobre asuntos psicológicos.

Por tanto, una vez advertido el lector de que lo que aquí se cuenta, no es más que lo aprendido en forma autodidacta por la autora, quisiera hacer una reflexión sobre los conocimientos adquiridos, ya que, por circunstancias de la vida, he coincidido con más de una persona sospechosa de padecer esta dolencia y admirada he quedado de dos cosas: el daño tan profundo que pueden llegar a causar, y el desconocimiento inmenso que la sociedad en general tiene del riesgo que implica relacionarse con este tipo de perfiles. Ello me ha llevado a profundizar en el estudio del narcisismo patológico y extraer algunas conclusiones personales sobre el tema.

El diccionario de la Real Academia Española define narcisismo como la “excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras” y también como “manía propia del Narciso”, personaje mitológico que a su vez describe como “hombre que cuida demasiado de su adorno y compostura, o se precia de galán y hermoso, como enamorado de sí mismo”. De este concepto común de narcisismo podría deducirse que el narcisista es alguien que se tiene en gran estima, lo cual no necesariamente es malo. Como en casi todas las características personales, no existe el blanco o el negro, sino un continuum a lo largo del cual se dan numerosos grados. Todos tenemos un grado de narcisismo que, en su proporción justa, no sólo es saludable, sino necesario. Es el sentimiento que nos ayuda a reconocer nuestras cualidades, sentirnos orgullosos de nuestros logros, valorarnos como personas. El problema surge cuando el rasgo narcisista se desplaza hacia el extremo máximo del continuum, momento en el que se cruza el límite que separa la característica del trastorno.

La literatura existente sobre el trastorno de la personalidad narcisista coincide al definir los rasgos que suelen caracterizarlo: sentimiento de grandeza personal no justificado por los logros o cualidades reales del individuo; convencimiento de tener derecho a un recibir un trato superior al resto de personas, a las que consideran inferiores; ensoñaciones poco realistas de grandeza; ausencia de empatía y utilización de los demás para la consecución de sus propios fines; falta de respeto a los límites personales y derechos de los demás, así como a las normas establecidas; ausencia de culpa o vergüenza aunque su conducta sea dañina; mentira compulsiva; envidia y comparación permanente con otros y creencia de que el resto de personas le tienen envidia.

Así descrito, podría parecer que el narcisista no es más que una persona muy prepotente y molesta cuyo trato implica un alto nivel de dificultad. Con ser esto cierto, la realidad es aún más grave: se trata de un perfil especialmente peligroso, debido, fundamentalmente, a su falta de empatía. Al narcisista no le importan los sentimientos de otras personas. No le importa el daño que causa o el sufrimiento que inflige. Independientemente de si se trata de un total desconocido o un familiar muy cercano, ya sea padre, hermano o hijo. En algunos casos, la falta de empatía del narcisista puede ser tan acusada que llega a ser difícil distinguirlo del psicópata. El riesgo de relacionarse con un narcisista aumenta exponencialmente si ocupa una posición de poder sobre nuestras vidas, como puede ser el caso de un jefe o un progenitor sobre un menor bajo su custodia.

Paradójicamente, se sabe que en el origen de esta conducta patológica hay una completa falta de autoestima. La persona siente que no tiene ningún valor y por ello se construye una especie de máscara, una película auto-dirigida cuya protagonista es ella en el papel de ser excepcional al que se debe rendir pleitesía sin contemplaciones. El resto de personajes (las personas con las que se relaciona) deben anteponer los deseos del narcisista a sus propios derechos y necesidades, por irracionales y desconsiderados que éstos puedan ser (y frecuentemente lo son). La actitud del narcisista es abusiva por definición: utilizará a quienes pueda, en lo que le convenga, hasta extremos insoportables, para olvidarse de ellos cuando ya no les haga falta. Sin un ápice de culpa o misericordia.

La ira del narcisista, asimismo, es devastadora. Un gesto tan simple como poner un límite razonable a una exigencia abusiva, aunque se haga con la más exquisita educación y equilibrada asertividad, puede ser el detonante de una venganza desproporcionada. Si está en una posición de poder, esto deviene especialmente peligroso: despido fulminante, mobbing, chantaje emocional, difamación, cualquier medio es legítimo para vengar su ego dañado. Si no lo está y nos vemos obligados a seguir manteniendo una relación con él, por compartir por ejemplo ámbito laboral, tampoco debemos bajar la guardia. Si en condiciones normales aprovechará cualquier ocasión de dejarnos en mal lugar para destacar su valía, en caso de conflicto no cejará en buscar la forma de hacernos daño, ya sea magnificando y divulgando cualquier fallo menor que hayamos cometido o recurriendo, directamente, a la mentira más descarada.

Por mucho que parezca una película de terror, la realidad es que estas personas existen. Tendemos a pensar que quienes nos rodean se mueven en los mismos parámetros conductuales que nosotros. Pero esto no siempre ocurre. No siempre se puede resolver satisfactoriamente un conflicto y no siempre se pueden poder límites razonables, sobre todo si tenemos la mala suerte de estar bajo el paraguas jerárquico de un narcisista patológico. Si sospecha que ése es su caso, un consejo: no se enfrente. Y tampoco se haga ilusiones con que las cosas pueden cambiar. Lo mejor es barajar alternativas que impliquen poner tierra por medio. La única forma posible de relacionarse con un narcisista es no relacionarse. Sin más.

 Nota: Los subrayados son míos.
Comentario: Este artículo coincide de manera contundente con muchas de mis observaciones al respecto.